Publicación: El poder de las masculinidades corresponsables en hombres de 18 a 40 años en el municipio de Arauca
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Universidad Cooperativa de Colombia, Posgrado, Especialización en Intervención Comunitaria, Arauca
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2022-01-26
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Descripción general
El uso del poder de las masculinidades hegemónicas por parte de los hombres contra las mujeres suscita todas las formas de violencia y vulneración de derechos, constituyéndose hoy por hoy como un grave problema social de salud pública, que transciende a todos los contextos de desarrollo de una persona, en donde las consecuencias no siempre son solo físicas, sino que pueden transgredir la salud mental, el estado emocional, sexual, social y económico de las víctimas, provocando el estancamiento social y económico de un país. (Cuervo, Granados y Jiménez, 2016)
A raíz de esta situación, los esfuerzos por lograr una igualdad entre géneros es el quinto objetivo de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) del programa de las naciones unidas para el desarrollo (2015).
Las masculinidades corresponsables son una línea reciente dentro del enfoque de género. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) (2018), el género se define como conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres, por lo cual el género es un estructurador social.
Para Gabriela Bard Wigdor (2016) la masculinidad hegemónica, se refiere a un producto de proceso sociohistóricos y de organización social de las relaciones entre géneros, a partir de una cultura androcéntrica de jerarquización masculina. Es un modelo que describe que ser varón es ejercer el poder para imponer el control sobre otros, otras y sobre las propias emociones.
Además, Diferentes autores (Cfr. Bonino 2001, Bourdieu 1990 y Welt-zer Lang 2000) mencionados por Bard (2016) sugieren que las masculinidades como modelo social impone un modo particular de configuración de la subjetividad, la corporabilidad, y la posición existencial del común de los varones y se sustenta en el ejercicio de la violencia hacia las mujeres, niños, niñas, mientras combate y aísla otras formas de ejercer la masculinidad que se consideran no heterocentradas.
Así mismo, Bonino (2001) citado por Bard (2016), sostiene que la masculinidad es el organizador del psiquismo y del cuerpo masculino, donde el hombre, a nivel general, se beneficia del ejercicio del poder apoyado en privilegios institucionales, en este sentido, la autora plantea que este modelo es dañino cuantitativa y cualitativamente para las mujeres, los niños, las niñas, y los mismos hombres al sufrir consecuencias como problemas graves de salud, muerte prematura, sobrexplotación física y mental, relaciones emocionalmente vacías, entre otras, es decir, como menciona Kaufman (1995) citado por Bard (2016), la masculinidad es fuente de experiencias individuales de sufrimiento y alienación.
Pese a que en Colombia existen diferentes normas y legislaciones que van en contra de la violencia contra las mujeres como la ley 24.632, “Convención Interamericana de Belém do Pará” encargada de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, de tal modo que el Estado colombiano acoge la anterior ley y crea la ley 248. También el Congreso de la República promulga las leyes 294, 599, 1257, y 1761 que tipifican la violencia intrafamiliar y el feminicidio como delito con consecuencias penales, parece que esta es una problemática latente.
Con respecto a lo anterior, en Colombia las estadísticas son bastante desalentadoras, durante el periodo de enero a mayo del 2020 el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses atendió un total de 63.287 casos de lesiones no fatales de las cuales un 30% correspondían a violencia intrafamiliar, un 77% de las víctimas eran mujeres.
De igual manera, según el boletín poblacional del Ministerio de Salud y Protección Social en Colombia el Sistema de Vigilancia Epidemiológica en salud pública (SIVIGILA), reporta a corte de diciembre de 2020 un total de 107.365 casos de violencia de genero e intrafamiliar, presentándose en las mujeres el mayor número de casos con una proporción de 77,4 casos.
Para el Departamento de Arauca se presentaron un total de 279,5 casos ocupando el séptimo lugar a nivel nacional en los departamentos con mayor número de eventos de incidencia. (Instituto Nacional de Salud, 2020), además, a la fecha, no existen intervenciones que involucren a los hombres como principales aliados para la prevenir la discriminación y la erradicación de todas las formas de violencias contra las mujeres en las políticas públicas en el departamento y municipio de Arauca.
Por consiguiente, poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y niñas no es solo un derecho humano básico, sino que además es crucial para el desarrollo sostenible. Así mismo, se ha demostrado una y otra vez que empoderar a las mujeres y niñas asociándose con los hombres, tiene un efecto multiplicador y ayuda a promover el crecimiento económico y el desarrollo a nivel mundial. (ONU MUJERES, 2018).
Ahora bien, para lograr la igualdad de género, los hombres independientemente de su pertenencia étnico-racial, clase social, nacionalidad, generación y sexualidad deben renunciar a los privilegios del patriarcado y la zona de confort, rompiendo con los códigos masculinos machistas y las relaciones de poder que los coloca por encima de las mujeres, y reconocer que la igualdad de género trae beneficios tanto hombres como a mujeres, a través de las masculinidades corresponsables (MC).
Diferentes autores como Boscán (2008), citado por Essayag (2018), define las MC como el desarrollo de unas relaciones de poder equitativas con las mujeres, y un acercamiento más íntimo y solidario con sus congéneres, Kaufman citado por Essayag (2018), por su parte menciona que esa reducción de la violencia comprende no solo que los hombres no ejerzan más violencia contra las mujeres sino que tampoco la ejerzan con otros hombres, contra ellos mismos y con el medio ambiente, Mara Viveros citada por Essayag (2018), por su parte, plantea una postura interpretativa de la identidad, lo que permite comprender que los hombres pueden dar contenido a su identidad, esto quiere decir que los varones no están anclados a su identidad, y Montesinos citado por Essayag (2018) indica que el elemento condicional para ejercer las masculinidades corresponsables es la superación del exceso de poder, todas estas posiciones impactan positivamente en el espacio social y en las prácticas políticas.
Si bien es cierto, las masculinidades es un tema reciente en el que según Essayag (2018), no se trata que los hombres “ayuden” en las tareas domésticas, para alcanzar una conciliación familiar, y laboral formal, sino que se trata de corresponsabilizarlos, ya que genéticamente no hay hallazgos que indiquen que las labores del hogar son una actividad propia de las mujeres.
También, sugiere que cuando los hombres comparten las labores del hogar, el cuidado y crianza de los hijos e hijas, estos tienen un mejor rendimiento escolar, desarrollan hijos saludables y felices, las mujeres sufren menos problemas de salud mental y física, y se sienten más satisfechas en la vida de pareja o matrimonial.
En este orden de ideas, se afirma la idea de Simón de Beauvoir citado por Muñoz (2017) en su tesis doctoral hacerse hombres, al referirse a la mujer, “mujer no se nace, se hace”, es necesario insistir en que los varones tampoco nacen, se hacen en el proceso al que denominan hacerse hombres. Por ello, Se necesita con urgencia la divulgación de nuevos paradigmas que desmitifiquen y deconstruyan la masculinidad hegemónica, además, para que las mujeres puedan lograr el empoderamiento y equilibrar sus derechos a los de los hombres es indispensable la participación de estos, ya que conseguir equiparar la balanza de la igualdad es un asunto tanto de las mujeres como de los hombres. (Kimmel, 2015, citado por Essayag, 2018).