La obesidad es el trastorno nutricional más frecuente en la población infantil y juvenil y tiene su origen en una interacción genética y ambiental-conductual, siendo esta última la más importante, ya que establece un desequilibrio entre la ingesta y el gasto energético, el desarrollo del sobrepeso y posteriormente la obesidad, surge al vivir en “la sociedad de la abundancia” donde junto a una importante oferta de alimentos hipercalóricos, coexisten cambios en los estilos de vida, como el sedentarismo e inadecuados hábitos alimentarios, con una ingesta basada en las características organolépticas de los alimentos desconociendo sus propiedades nutricionales, por ende la obesidad infantil y juvenil constituye un importante problema de salud debido no sólo a su prevalencia ascendente, sino también a su persistencia en la edad adulta y a su asociación con otras enfermedades no transmisibles como la diabetes y las afecciones cardiovasculares (Güemes, 2015).